Dr. José Miguel Alvear

CON MI RESPETO Y ADMIRACION

Dr. Jorge Neptalí Alarcón

 

Es un gran honor para mí y, a la vez, un extraordinario privilegio poder contribuir, de algún modo, al  esclarecimiento de la colosal figura de un gran médico ecuatoriano:  El Dr. José Miguel Alvear, prez de la Cirugía Moderna en el Ecuador. Ello no obstante, temo sinceramente no lograr mi intento, ya que la personalidad de este distinguido compatriota es verdaderamente asombrosa.

Es el Dr. Alvear un magnífico ejemplar de la cultura ecuatoriana y, específicamente, de la quiteña: Hombre pletórico de vida, jovial, de proverbial caballerosidad, dinámico, emprendedor y hasta creyente. Le enriquecen otras numerosas dotes. Es por ello que la personalidad del Dr. Alvear es extraordinariamente multifacética: Profesor de Medicina en la Universidad Central del Ecuador, historiador, incansable y diestro en el manejo del bisturí, profesional entregado de lleno a las actividades académicas concernientes a la alta cirugía, muy eficiente y creativo organizador de eventos locales y hasta mundiales destinados a promover y difundir los avances de ese importante ramo de la Medicina. Cabe decir que el objeto de este esbozo no es dar a conocer detalladamente cada una de estas facetas y actividades, ingente labor que requeriría más de un libro.

Ante todo, es de notarse que sólo su Currículum Vitae  consta de unas 60 páginas, reveladoras elocuentes de su extensa y fecunda actividad. Por tanto, intentaré hacer resaltar sólo algunos de las aspectos más importantes de nuestro preclaro médico compatriota, quizás los menos conocidos. Entre ellos, el de sus estudios postdoctorales en universidades de Los Estados Unidos, como también el de su práctica profesional de 4 años en Gallup, pintoresca ciudad situada al oeste de Nuevo México en los Estados Unidos de Norte América.

Precisamente en ese país, tuve la suerte de conocer brevemente al Dr. Alvear en la lejana década de los años 70 y, más luego, en sus numerosos viajes de visita a Nuevo México, particularmente a Albuquerque, ciudad de mi residencia y sede de la Universidad de Nuevo México, Institución que me concedió el doctorado en Literatura Hispanoamericana el año de 1969. 

¡Qué coincidencia! Ese mismo año, el Dr. Alvear  recibió su título de Doctor en Medicina de la Universidad Central del Ecuador y, tan sólo  dos meses más tarde, realizó su sueño de proseguir sus estudios de postgraduado en Los Estados Unidos. En efecto, siguió cursos de especialización en Cirugía General por 5 años en las Universidades de Nuevo México y Connecticut y 2 de entrenamiento en Cirugía de Transplantes en la Universidad de Wayne del estado de Michigan. Me he permitido calificar al Dr. Alvear  de soñador en el sentido positivo de la palabra. Y es que el flamante médico ya en 1969, como tantos otros nuevos médicos coetáneos, seguramente soñaba con seguir la pauta de transplantes de órganos, inspirado quizás por la audaz hazaña del primer transplante de corazón por el Dr. Christian Barnard en la ciudad de Cape Town dos años antes. Con tal bagaje de conocimientos en alta cirugía, sobre todo, con su especial entrenamiento en la de transplantes de órganos, el Dr. Alvear regresó a Gallup, Nuevo México, donde abrió su oficina de práctica profesional en julio de 1976. Y fue, precisamente en el “McKinley County Hospital” de esa ciudad donde el joven médico desplegó su actividad de novato, ansioso de poner en práctica las técnicas de transplantes de órganos adquiridas en la susodicha Universidad de Wayne. Pero, pronto parece que experimentó cierta frustración, en vista de que no había antecedentes de esa clase de operaciones en ninguna institución médica de esa ciudad, y ni siquiera la generosa práctica de donaciones de órganos por parte de personas sanas o, en su defecto, de órganos de cadáveres frescos. Esta desastrosa situación no desanimó al dinámico y emprendedor cirujano.

Resuelto a luchar contra viento y marea, el Dr. Alvear inició en el Hospital McKinley donde trabajaba un Programa Nuevo, el de fomentar en el público la práctica altruista de donación de órganos para transplantes, principalmente la de riñones. Decía entonces  el desilusionado médico: “Los transplantes son muy lentos aquí, porque no hay riñones disponibles, aunque en verdad, sí los hay, tenido en cuenta el alto número de accidentes [fatales] que hay en Nuevo México. Hay muchos riñones que se echan a perder.” Su queja y lamentación no fueron en vanos. Lo apoyaron plenamente en su visionaria empresa el Concejo Municipal de la ciudad de Gallup, las agencias de policías y muchos examinadores médicos.

En realidad, los transplantes no se hacían en Gallup, ni en ninguna otra ciudad del Condado de McKinley, sino en el Hospital de la Universidad de Nuevo México situado en la distante metrópoli de Albuquerque. En vista de lo cual, el Dr. Alvear se dedicó a operaciones de Cirugía General, inclusive las destinadas a “cosechar” riñones , preservarlos y transportarlos  para el transplante en Albuquerque. “De esta manera”, decía el Dr. Alvear, “los dos hospitales, el McKinley y el de la Universidad de Nuevo México, estarán en constante comunicación, en beneficio de cuantos necesiten transplantes”.

Una de las más emocionantes y difíciles “cosechas” de riñones por el Dr. Alvear fue la noche del 23 diciembre de 1976, apenas 4 meses después de la apertura de su oficina en Gallup. Fueron  los riñones de  la Srta. Louise Dils, una jovencita de 17 años, víctima de un accidente automovilístico 2 días antes. El entusiasta médico, movido sin duda por el espíritu altruista y la proverbial caballerosidad quiteña, se apresuró en llevar los preciosos órganos al hospital de la lejana ciudad de Albuquerque. Pero, qué frustración experimentaría el generoso médico al constatar que desgraciadamente no sirvieron para el anhelado propósito. Y es que hay que tener en cuenta que los órganos destinados para transplantes deben ceñirse a las normas médicas de acoplamiento, como es el caso de la sangre. Resultaba con frecuencia en ese entonces que, si había pacientes listos para un transplante, no había riñones apropiados y viceversa. Sin embargo, el Dr. Alvear plenamente entregado a sus ideales médicos, no cejó en su afán de seguir promoviendo la donación de órganos. Dos años más tarde de este fracasado empeño, precisamente en febrero de 1978, aún se lamentaba quizás hiperbólicamente, de que “no se hace ningún esfuerzo en el condado de McKinley para obtener riñones de víctimas de accidentes automovilísticos.” Ante estas y otras circunstancias desfavorables,  nuestro tenaz compatriota  se dedicó afanosamente a poner en práctica sus conocimientos quirúrgicos en toda clase de operaciones que requerían la destreza de cirujanos especializados. Lo importante para él era salvar vidas humanas.

Mencionar, sus numerosas intervenciones quirúrgicas sería una tarea casi imposible, tanto más que la modestia del Dr. Alvear no le permitía llevar un historial de todas ellas. Baste, por tanto, dar a conocer por lo menos un par de casos que demuestran su gran pericia de cirujano.

Una de sus más conmovedoras experiencias quirúrgicas, por ser históricamente la primera llevada acabo en la ciudad de Gallup, fue la conexión de una vena y arteria que facilitó a la Sra. Elvina Smith el uso de una máquina purificadora de la sangre. La agradecida paciente, una enfermera de profesión, reconocía en ese entonces al Dr. Alvear como “una gran persona y un cirujano muy eficiente”.

Meses más tarde, realizó otra aún más difícil y complicada, operación que, según él mismo nos refiere, fue quizás “la más importante” de su práctica profesional en la mencionada ciudad de Gallup. En una larga intervención de 4 horas, reconectó exitosamente las venas, arterias y tendones de una mano casi completamente amputada de Gary Davis, un reconocido concesionario automovilístico de la ciudad de Albuquerque. El empresario “ni siquiera me pagó los honorarios, pero mi satisfacción fue espiritual”, comentaba muy satisfecho el Dr. Alvear. Y es que en él compiten la caballerosidad y el  altruismo de una refinada espiritualidad, cualidades propias de un verdadero creyente.

Contrariamente a tantos contemporáneos diestros en el manejo del bisturí, el Dr. Alvear reconoce abiertamente que hay un Ser Inteligente infinitamente superior a cualquier cirujano. Sus relaciones con los pacientes nos revelan un calor humano extraordinario, fruto de esa espiritualidad. Es por eso que se lamenta sinceramente que en nuestros días la cirugía moderna se ha deshumanizado, al hacer uso de toda clase de instrumentos quirúrgicos, sin siquiera tocar al paciente. A este propósito dice con su usual cordialidad: “Yo me hice médico con la convicción de ser cirujano, porque con el conocimiento adquirido y a través de mis manos curaba directa e inmediatamente al paciente. Con el devenir del tiempo las cosas salieron de ese esquema y ahora dependemos de los instrumentos, no se toca el sitio que se tiene que operar y cómo se perdió el misticismo y la relación directa con el paciente”. Pero a pesar de ese fría instrumentalizad, ese “misticismo” perdura en él y se complementa armoniosamente con otra característica de índole muy humana: La de su amor a los altos valores de nuestra cultura.

Como miembro del Comité de Preservación de la Cultura Hispana en Nuevo México, el Dr. Alvear presentó el Programa “El Poeta y el Pueblo” en el Centro de Representaciones Artísticas de la Biblioteca de Gallup, el 27 de Septiembre de 1978. Decía entonces nuestro promotor de la Cultura Hispana: “Este Programa fue un sueño personal que se ha realizado esta noche”. Su gran afición a la literatura hizo que ese sueño concluyera el Programa con la lectura de parte suya de la poesía “El alma en los labillos”. Y es que hay que notarse que el Dr. Alvear aúna, como muchos amantes de las Artes Liberales, la profesión científica que ejercen con otra opcional de carácter liberal, como por ejemplo, en este caso, la Literatura.

Su fecunda actividad como cirujano y embajador de la Cultura Hispana en Nuevo México y, particularmente en el condado de McKinley, rebozó en muchas otras de variada índole: Durante el breve lapso de sus 4 años de estancia en Gallup, fue Presidente de la “McKinley Medical Society”, Vicepresidente de la “Galllup Opera Guild”, miembro activo del Club Rotario, del “Country Club”, de la Cámara de Comercio, de la “Medical Society of New México” y de la “American Medical Society”. Es, en verdad, asombrosa su dinamia que va más allá de su vocación médica. Pero esta múltiple y benéfica labor a beneficio de la comunidad del Condado de McKinley en particular y de Nuevo México en general, llegó a su fin en 1980.

Ese año, a pesar de esta exitosa y fecunda labor, el Dr. Alvear  decidió regresar a su tierra natal. Quiso él poner al servicio de sus compatriotas sus experiencias y conocimientos quirúrgicos adquiridos en el exterior. Es así como en Febrero de 1980 cerró su despacho médico de Gallup y se volvió a Quito. Sin ocultar cierta nostalgia decía entonces nuestro compatriota: “No quisiera dejar Gallup y el estilo de vida norteamericana, pero mi interés en la Medicina de Transplantes me impele a proseguir mi carrera en Quito”.  

Y así fue. El ya muy experimentado médico, bien equipado de técnicas quirúrgicas adquiridas en más de un decenio de estancia en Los Estados Unidos, en colaboración con un grupo de colegas, no tardó en reabrir la Clínica Pichincha en la capital ecuatoriana, el mismo año de su regreso al Ecuador. Sin embargo, su ambición de entregarse a la práctica de transplantes de órganos se vio nuevamente frustrada. Y es que no había tampoco en Quito antecedentes de cirugías de transplantes. No encontró acogida para su ambicionado plan en ningún hospital de la capital ecuatoriana. Esta situación le fue aún más adversa que la que encontró durante los 4 años de práctica profesional en Gallup, por lo cual se dedicó exclusivamente a la Cirugía General.

Su incansable labor médica de más de 40 años, tanto en su patria como en Los Estados Unidos, es verdaderamente extraordinaria, pues va más allá de la práctica puramente quirúrgica. Como decía más arriba, la naturaleza de este pequeño esbozo no permite dilucidar detalladamente tan larga trayectoria. Sin embargo, creo conveniente añadir algunas de sus actividades de índole académica relacionadas con su profesión. 

El Dr. Alvear se destaca admirablemente como propulsor de Cirugía Moderna a nivel nacional e internacional. Por muchos años fue docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador, en donde fundó el Departamento de Cirugía Experimental y Bioterio. Tiene a su favor unas 95 publicaciones de carácter internacional en libros, revistas, periódicos, videos y discos compactos y otras 25 de interés nacional.  

Desde 1982, ha dictado unas 140 conferencias a nivel internacional en 45 países y otras 150 a nivel nacional. Le acreditan además otras 20 sobre cirugía general y ética medica, dictadas en instituciones educativas como profesor visitante y conferencista. Es reconocido a nivel mundial por su trabajo relacionado con implantes de esófagos a infantes. Pero, quizás su trabajo académico más notable sea la Historia de la Academia Ecuatoriana de Medicina publicado en el año 2009.      

Este importante libro se dio a conocer el 16 de abril del 2009, a raíz de la conmemoración del 50avo aniversario de la Academia Ecuatoriana de Medicina. Intervinieron en la solemne sesión conmemorativa los Presidentes de las Academias de Medicina, Historia y Lengua. Presentó al autor y su libro Hernán Rodríguez, Presidente de las Academias de Historia y Legua. No faltaron los merecidos encomios. Decía por entonces este distinguido académico:

Historia de la Academia de Medicina en el Ecuador es un libro que muestra la grandeza de su autor, que consagra a un cirujano como historiador”. Si su destreza como conferencista e historiador es relevante, no lo es menos la de líder y creativo organizador. Una lista completa de estas actividades y sus consecuentes honores sería abrumadora. Baste, por tanto, mencionar algunas de las que creo más prominentes. Nuestro distinguido compatriota desempeñó entre otros cargos de gran prestigio los siguientes: 

Presidente de la Sociedad Médica del Condado de McKinley, N M
Presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Cirugía
Presidente de la Academia Ecuatoriana de Cirugía
Primer Vicepresidente Mundial del Colegio Internacional de Cirujanos

Es actualmente miembro del Concejo Ejecutivo del Colegio Internacional de Cirujanos, miembro activo u honorario de 16 sociedades médicas internacionales y de otras 5 nacionales.

Me es imperioso hacer resaltar, de un modo especial, su genio de líder y organizador cuando en octubre del 2004 presidió el XXXIV Congreso Mundial del Colegio Internacional de Cirujanos. Su amor patrio lo impulsó a elegir Quito como sede de dicho Congreso. El evento fue verdaderamente extraordinario por sus grandes consecuencias: Participaron más de 500 médicos extranjeros; se hicieron 350 presentaciones, de las cuales 50 fueron de médicos ecuatorianos y se dictaron 8 conferencias magistrales. Este evento fue famoso y sin precedentes en el aspecto financiero. Gracias al genio organizador de nuestro compatriota, el Congreso se llevó a cabo sin ayuda financiera exterior y, antes bien, contribuyó con una apreciada suma de dinero  al Colegio Internacional de Cirujanos. Este exitoso suceso causó admiración por no tener tal clase de precedentes en la historia de esa organización. Esta admirable actuación del Dr. Alvear a nivel internacional se suma a otras numerosas quizás de mayor prestigio. 

En mayo del  2002, ya de gran perfil internacional, el Dr. Alvear representó a nuestro país y al Colegio Internacional de Cirujanos en la 26ava Asamblea General de las Naciones Unidas y en mayo del 2005, ante la Organización Mundial de la Salud en Suiza. 

Me es placentero concluir este bosquejo reiterando que el Dr. José Miguel Alvear, por sus grandes logros y contribuciones es un gran campeón en el campo de la Cirugía Moderna en el Ecuador a nivel nacional e internacional.  Es de esperarse que las autoridades de nuestro país lo honren  un día no lejano de una manera tangible y eficaz. 

Con mi respeto y admiración,  

Dr. Jorge Neptalí Alarcón, ex Profesor de la Universidad de Albuquerque y de la de Nuevo México, ex Examinador de Legua y Literatura Españolas de la “International Baccalaureate Organization” patrocinada por  el Príncipe de Gales.

Albuquerque, marzo del 2010


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