UNA MIRADA TIERNA DE LA DOLOROSA

Febrero 22, 2006

Fernando Gavilanes


No quería escribir esto. Pensé que cuando se recibe una gracia inmensa del cielo, uno no debe ir contándolo a los cuatro vientos, so pena de aparentar ser merecedor de algo que simplemente es un regalo de Dios.

Esta mal entendida modestia, me hizo notar esta mañana Jaime Redín en una conversación telefónica. Relatarla podía significar para alguien un rayo de esperanza, de esos que permanentemente nos prodiga nuestra Madre Dolorosa.

Permítanme, entonces, compartir con ustedes la experiencia más maravillosa de mi vida.

Algunos de ustedes saben que mi madre, la Mamá Angelita como le llaman cariñosamente mis hijos,  está en la última etapa de un cáncer que le ha tenido postrada estos últimos meses. Ha sido un período muy penoso en que la hemos visto consumirse como una velita. Cada vez está más débil, pero siempre alumbrándonos con esa luz que sólo su fortaleza espiritual puede dar.

Como en otras ocasiones más felices, ahora nos hemos reunido sus ocho hijos, sus hermanos y hermanas y toda la descendencia para brindarle nuestros mimos y caricias y recibir de ella todo su amor.

Creía que en medio de su dolor, mi madre había sido suficientemente reconfortada con la Eucaristía diaria que recibe de manos del Párroco de la Floresta, o de unas monjitas del mismo barrio, especialmente la Madre Rosita, de la Casa Bethania de las Hermanas de la Caridad; con unas misas muy emotivas que Roberto, nuestro primo jesuita, ha celebrado en la casa, y que le ha permitido a mamá distribuir a sus hijos la Sagrada Forma con sus propias manos, o también con los coros de unas novicias que le han visitado y le han ofrecido sus cánticos.

Parecía que no faltaba nada. Sin embargo, a uno de los hermanos se le ocurrió consultar, a muy alto nivel, sobre la posibilidad de que pudiera acercarse a Mamá Angelita el Cuadro del Milagro, que desde hace tiempo estaba haciendo su gira de peregrinación por las provincias del Ecuador. Se trataba de una petición sin precedentes, realmente atrevida e  insólita, para la que no cabía esperar otra respuesta que no fuera una amable negativa.

Pero no. La respuesta no fue negativa. Era verdaderamente increíble lo que se nos decía: Había una posibilidad, porque el Cuadro del Milagro precisamente estaba completando su recorrido por la provincia de Bolivar y al día siguiente, miércoles 15 de febrero, por la noche, tenía previsto regresar a Quito, para continuar al día siguiente su itinerario por la Provincia de Pichincha.

La Virgen, se nos dijo, no iba a poder visitar a Mama Angelita el jueves, porque debía salir muy temprano, de madrugada, para continuar su peregrinación por las parroquias de Guayllabamba, Conocoto, Sangolquí, etc… Tenía que ser en la noche del mismo miércoles, 15 de febrero.

¡Es decir al día siguiente¡

Como se puede suponer, en medio de la emoción general, y sin todavía creérnoslo del todo, nos lanzamos a preparar la acogida al Cuadro del Prodigio. No hubo ningún contratiempo, ningún obstáculo. Fue como que si la misma Virgen hubiera querido bendecir a “su panita”, como cariñosamente le llama Sor Rosita a nuestra madre enferma.

Así, nos apresuramos a improvisar en la sala un altar modesto y sencillo, cubierto de pétalos de rosas blancas, ante un ventanal muy amplio, con las luces de  Quito como fondo confundiéndose con los resplandores de las lejanas estrellas. Nuestra madre estaba en su silla de ruedas en el centro de la primera fila, rodeada de sus hermanas e hijos y atrás el resto de la familia.

La conexión vía internet para compartir en vivo la visita de la Dolorosa con la familia que vive en España, Estados Unidos y Costa Rica comenzó a funcionar minutos antes de que la Virgen llegue, pese a que las múltiples pruebas realizadas durante la tarde habían dado resultados muy poco alentadores…

Era casi la media noche del 15 de febrero de 2006 cuando el Cuadro del Milagro llegó a nuestra casa. Cuando fue sacado de su urna de madera, le recibimos con cantos y poemas. Una atmósfera de emoción nos invadió a todos.

Teníamos el privilegio de tener con nosotros, a pocos centímetros de distancia, el Cuadro de Nuestra Madre Dolorosa que lloró hace 100 años. Hubo unas palabras muy emotivas del Padre Tomás, el jesuita custodio de la Imagen que le acompaña y cuida durante su recorrido por todo el Ecuador. A continuación bendijo a todos los presentes con la Imagen, y seguidamente la acercó junto a muestra madre, que le acogió con una impresionante muestra de devoción y también de serenidad. Al fin y al cabo, era “su panita” a la que había invocado diariamente durante noventa años, la misma a la que confió a sus hijos en el San Gabriel, la misma que en estas dolorosas circunstancias había querido visitarle para darle ánimo y fortaleza.

Sentir, más que ver, el Cuadro del Milagro, posado en el regazo de Mamá Angelita mientras todos cantábamos el Himno de la Dolorosa, es algo que jamás podremos olvidar. Para mi mamá sin duda también fue un día muy especial.   

No puedo dejar de comentar la impresión que sentí al ver la dulzura infinita de la mirada de La Dolorosa. El poco tiempo que pudimos contemplarle extasiados, fue de una gozo tan grande que sólo alcanzamos a vivir con intensidad esos momentos, queriendo que nunca se acaben. No se me ocurrió pedirle ningún favor, en ese momento no tenía ninguna necesidad de pensar en mis múltiples problemas, quería entender esa mirada de madre dolida y a la vez de infinito amor.

Quise escribir algo sobre esa mirada tierna, pero no pude. No me atrevo ni siquiera a intentarlo.  Sólo una pluma tan santa y poética como la del Padre Aurelio Espinosa Pólit, pudo describir esa mirada en su hermoso poema:

TU MIRADA

Lo más triste de tu imagen;
No es la corona de espinas,
No son esos cruentos clavos,
No son las siete cuchillas.

Lo más triste son tus ojos,
De lenta mirada fija,
Lo más triste son tus ojos,
Con su ternura infinita.

Tus ojos Madre, tus ojos,
Que parecen cuando miran,
Que siguen mirando siempre,
A Jesús en su agonía.

Dulces ojos de misterio,
Que conturban y fascinan,
Y en su silencio nos hablan,
De una esperanza divina.

El día de la visita del Cuadro de la Dolorosa fue el último que mi mamá estuvo con plena lucidez y sin dolor, y logró atesorar en su corazón la inmensa dicha de tener en sus manos al Cuadro del Milagro.

Al día siguiente, fue necesario calmar sus dolores con fármacos que le merman su conciencia y le mantienen parte el tiempo en estado de sopor.

Yo les ruego elevar una oración por ella, para que Dios en su infinita bondad, le extienda su mano para llevarla junto a El, sin que tenga que sufrir más.

Con un afectuoso abrazo

Fernando Gavilanes