PLUTARCO NARANJO, CREADOR DE LA CATEDRA DE FARMACOLOGÌA.

Junio, 2011

Dr. José Miguel Alvear


La polifacética actividad cultural de Plutarco Naranjo es tan grande e impresionante que, éste libro, exclusivamente dedicado a recopilar sus aportes a la Medicina y a nuestra profesión médica, a través de crónicas escritas por de distinguidos colegas, quizá no logre cubrir todos esos aspectos. Un libro similar publicado por la Academia de Historia con anterioridad al nuestro, está orientado a otros temas culturales de Plutarco.

Entre sus logros médicos se cuenta uno que me tocó vivir mientras se iba implementando: Plutarco creador de la Cátedra de Farmacología en la Universidad Central de Ecuador, logro conseguido a base de preparación, investigación y claro deseo de educar médicos en tiempos modernos.

Corría el año 1964-1965, nuestra promoción, que se inició en 1961, estuvo predestinada a implementar innovaciones y a sobresalir desde las prístinas aulas formadoras de estudiantes convencidos de que “desde atrás avanzábamos” para abanderarnos de un nuevo estilo de hacer medicina: humanista, de vanguardia científica, de capacidad competitiva internacional, no solo local.

En efecto, desde que iniciamos los 8 años de carrera universitaria que el destino nos obligó a cumplir totalmente, antes de conseguir el título de Médico Cirujano, experimentamos varios cambios sustanciales en el pensum de estudios en vigencia, anterior al nuestro.

El año lectivo inicial se llamaba “Pre-Médico” y servía para igualar en conocimientos primarios y secundarios a los miles de estudiantes que veníamos de las más variadas fuentes educacionales privadas o públicas, capitalinas o de provincias, confesionales o laicas, teniendo en cuenta que,  por entonces,  era la única Facultad de Medicina en el país, la “nuestra”, la de la Universidad Central del Ecuador. Con esa orientación novedosa iniciamos estudios en las aulas  de la primera etapa de la Facultad de Medicina (y última pues después desapareció) cuyos terrenos están ahora ocupados por el enorme hospital Eugenio Espejo de la Avenida Colombia en Quito.

Doce meses después y habiendo pasado holgadamente ese primer desafío, comenzábamos el mal llamado “Primer” Año de Medicina. Mal llamado pues cronológicamente no contaba al año anterior, el Pre-Médico. Mal llamado Primer Año  porque en la práctica, la gran mayoría de sus estudiantes repetían ese temible año de “la Anatomía” y lo repetían con una aceptación casi unánime,  denominando jocosamente al período perdido de dos años:”Primero A y Primero B”.

Nuestra promoción sin embargo sobrepuso el estudio y dedicación a esa rémora y una buena parte pasamos directamente al año lectivo siguiente: al Segundo Año de Medicina. Aquí los “cucos” eran en cambio “la Fisiología” y “la Antropología”. Mientras cursábamos ese año, escuchábamos constantemente a los estudiantes que nos precedían un año, el terror que les inspiraba la nueva Cátedra que se había implementado en Tercero: Farmacología. Su creador fue Plutarco Naranjo.

En efecto Plutarco, en 1948, siendo aún inquieto estudiante de medicina del penúltimo año de ese entonces, publicó un libro titulado “El Sistema Neurovegetativo”. Plutarco y Quetita, compañeros de aulas, de vida y de triunfos, se graduaron en 1949. La publicación fue auspiciada por la Universidad Central, siendo Rector Julio Enrique Paredes, en su primer período. Plutarco Naranjo y Julio Enrique Paredes serían el 1965, candidatos al rectorado junto a otros destacados maestros universitarios. El libro de 150 páginas escrito por Plutarco cubría aspectos novedosos en Filogenia, Embriología y Anatomía hasta Fisiología y Farmacología…Este fue el primer concierto de campanas que anunciaban la tan esperada llegada de la Farmacología moderna.

Y es que, desde bastante antes, la farmacología universitaria proporcionaba únicamente conocimientos en arsenicales y mercuriales. Algo se enseñaba sobre drogas antiguas como la atropina. Eso era todo lo que abarcaba la longeva “Cátedra de Terapéutica”. El cambio radical se imponía pero tomó varios años para incubarse y tendría en Plutarco a su mentor.

Pocos meses después de graduarse, el 2 de enero de 1950, Plutarco entró en Laboratorios LIFE precisamente para organizar el “Laboratorio de Investigaciones científicas” con énfasis en las farmacológicas. Su principal aval fue el libro que había publicado recientemente, como mencionamos poco antes, producto de un concurso sobre “Temas médicos de investigación” abierto por LIFE. Otro paso en esta dirección dio Plutarco en 1957 cuando fue contratado por la Universidad del Valle en Cali, Colombia, para organizar el Departamento de Ciencias Fisiológicas, como titular de la Cátedra de Farmacología. El auspicio venía de los Estados Unidos de Norteamérica, para que estos “Centros” siguieran modelos de las Universidades norteamericanas, auspicio que fue ofrecido a nuestra Universidad Central pero miopemente declinado por la tendencia política imperante entonces.

Tres años después de colaborar en Cali Plutarco Naranjo regresó al Ecuador con nuevos bríos para iniciar novedosos proyectos. Uno de ellos, el abrir una clínica con orientación democrática pues dos tradicionales del Quito antiguo, las clínicas Ayora y Pasteur,  eran cerradas. El Quito de entonces contaba ya con más de 300 médicos en ejercicio profesional. Desgraciadamente, a pesar de haber comprado un terreno muy bien ubicado para el efecto, la construcción de la clínica nunca llegó a iniciarse por falta de recursos. El diseño de Sixto Durán Ballén valía 14 millones de sucres de la época y el grupo de médicos que se formó, desistió del proyecto. Más tarde se construiría allí un imponente complejo oficinìstico y de consultorios médicos, existente hasta la presente fecha.

En cambio, el proyecto de la nueva Cátedra de Farmacología sí despegó entre 1958 y 1959. Por primera vez se tenía un plan de estudios preciso, con clases delimitadas anticipadamente para cubrir todos los numerosos temas farmacológicos de actualidad.

Para cuando mi promoción llegó al Tercer Año de Medicina, la Cátedra de Farmacología estaba sólidamente establecida con clases teóricas abundantes así como también en largas demostraciones prácticas. Lo que no teníamos era un texto oficial de la materia, pero lo mismo pasaba con varias otras asignaturas de ese año lectivo: Fisiopatología, Nosología Médica, Nosología Quirúrgica, Semiología, Salud Pública.

Entonces nosotros, en un alarde de empeño y dedicación, produjimos varios textos de las materias mencionadas, en forma de entregas poli grafiadas las mismas que al fin del año lectivo, se convirtieron en los primeros textos oficiales, que tanta falta hacían. En Farmacología sucedió lo mismo. Las entregas periódicas poli grafiadas de la materia, conformaron al terminar el año, el voluminoso texto de Farmacología de Plutarco Naranjo y Ruperto Escaleras. Este material sirvió de base para ediciones impresas posteriores como el “Manual de Farmacosologìa, Reacciones Indeseables por Drogas”, también de la autoría de Plutarco,  impreso el último día de mayo de 1965 por la imprenta universitaria de la Universidad Central, siendo Rector,  coincidentemente,  Julio Enrique Paredes. (VER FOTOS).

AQUEL TERCER AÑO DE MEDICINA se tituló la única revista publicada para recoger la cronología de múltiples actividades, hechos y estudios, que marcaron con distinción la mitad de nuestra carrera universitaria. Allí, entre tantas crónicas, hay una referencia muy elocuente a la exigente labor docente pero bien reconocida en los profesores Naranjo y Escaleras de la pedagógica Farmacología que aprendimos. Con un detalle que merece mención al paso. La citada “Revista para el recuerdo…” representó uno de tantos esfuerzos personales extraídos a los enormes períodos de estudio por los que pasamos. El Dr. Plutarco Naranjo era a la sazón Secretario Ejecutivo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y fue factor decisivo para que ésta impresionante publicación se diera, pues, en esos tiempos de revuelo estudiantil y cambios administrativos en la cúpula de nuestra universidad, la ayuda que conseguí al obtener la producción sin costo de más de la mitad de los “clisés” fotográficos de entonces, para su impresión, fue de decisiva importancia.

Años más tarde, cuando Plutarco dirigía la Revista de Medicina y Ciencias Biológicas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, publicó en dicha revista, volumen XX, número 1,  páginas 25 a 29, uno de mis primeros trabajos científicos impresos en el país, en enero de 1984. Demostración repetida muchas veces de su generoso estímulo a la producción científica nacional.

Otra anécdota perenne en el recuerdo: Los seminarios de Farmacología, frecuentes y exclusivamente supervisados por Plutarco, eran temidos por la enorme carga teórica que representaban. Súbitamente, como un descanso en esa labor, una mañana de seminario en la famosa aula de medicina situada en la parte posterior de la Escuela de Enfermería y delante del antiguo hospital Eugenio Espejo, hospital universitario por excelencia,  Plutarco cambió inesperadamente la revisión farmacológica por un debate sobre las teorías de la evolución, Darwin y los principios religiosos relacionados. Fue un espacio inolvidable para exponer los verdaderos conocimientos adquiridos en secundaria, sobre esos pilares individuales de la formación intelectual y espiritual.

Nunca supe con exactitud cuándo Plutarco dejó la Cátedra de Farmacología en la Facultad de Medicina de la Universidad Central. Por entonces yo iniciaba mi larga especialización y subespecialidad en los U.S.A., después de habernos graduado el julio de 1969, de haber sido los iniciadores del “Internado Rotativo” entre otras innovaciones. Las noticias que me llegaron fueron incompletas e imprecisas pero suficientes para lamentar profundamente la pérdida que ese error representó en la educación universitaria. Alrededor de su salida, varios otros extraordinarios profesores de mi época de estudiante de medicina también dejaron la casona. Se inició entonces un período largo y tortuoso, un declive del que no ha salido hasta la fecha, nuestra entrañable Alma Matter. 

Qué diferencia con la constante proyección de Plutarco en el ámbito nacional e internacional, superó con creces ese solo episodio y ha cosechado tal cantidad de triunfos y reconocimientos de todas los individuos de buena fe, no importa sus tendencias políticas o coyunturas, como solo los grandes hombres pueden hacerlo. Un ejemplo difícil  de ser seguido en toda su magnitud.