PADRE ESCOBAR. MAESTRO, PROFETA Y AMIGO

Febrero 6, 2006

Luis Alfonso Dávila Grijalva


Celebraba la Universidad Católica la  inauguración del nuevo período lectivo  de los años 2005 -2006. Fue un momento importante porque al mismo tiempo asumía el cargo el nuevo rector P. Manuel Corrales SJ, muy querido en el ámbito cultural de Quito y el mayor crítico de toda la obra literaria de Jorge Icaza. El ambiente era de fiesta y mucho optimismo como todo nuevo inicio, especialmente en las aulas universitarias.  Para mí fue un momento muy especial porque pude distinguir entre el grupo de profesores jesuítas a nuestro viejo maestro y amigo, el Padre Pedro Escobar SJ, que lo volví a ver según calculo a los treinta años.

Después de la ceremonia académica y la celebración eucarística, aproveché durante el brindis que siguió en honor de nuevo rector, para saludar a Pedro y departir con él esos preciosos momentos. La verdad es que nos quedamos conversando largamente esa noche y continuamos el diálogo en la residencia de los jesuítas en el mismo campus de la universidad.  Mi primera inquietud era comprometerle a Pedro para reunirnos con todos los compañeros de colegio, pero viajaba de inmediato a Austria para repetir la experiencia del mes de ejercicios espirituales con un maestro muy particular y querido para Pedro.

Pasó un largo mes desde esa noche hasta que algún día de diciembre, cercano a Navidad, recibí  una llamada en mi oficina de la universidad. No reconocí la voz, cascada, vacilante…era Pedro, quien estaba de vuelta y tal como habíamos quedado quería reunirse con los compañeros del curso.  Quedamos en encontrarnos en la nueva Jaiba del Pichín (Javier Ponce Mateus), hogar ya consagrado de la promoción. (Coruña y San Ignacio) para los que no han asistido a nuestros conciliábulos o no saborean lo quiteñísimos ceviches del Pichín.  Esos días son muy complicados y como ya sabemos, muchos compañeros ya no salen de noche o se recogen al calor del hogar muy temprano…cosas de la edad…de modo que logramos reunirnos con muchos esfuerzo ocho compañeros, a saber: Patricio Oliva, Edison Armas, José Miguel Alvear Larenas (quien se levantó del lecho del dolor para no faltar), Pichín Ponce, Rodrigo Borja Peña (alias peludo), el inefable Leonardo Alvear Vergara, y el suscrito Luis Alfonso.

La noche transcurrió llena de recuerdos, tostado quiteño, ceviches y algunos wiskies con los que pudimos vencer el frío de la noche. Creo que nos recogimos entre eso de las tres de la madrugada, como en viejos tiempos.  Tal vez lo más interesante fue rememorar la famosa huelga del colegio, cuando andábamos en cuarto curso y la sección A se hechó la pera en protesta por la vacación que sólo concedió el Padre Rector (Marco V. Rueda) a la sección B. Pudimos escuchar las versiones originales de los dos mayores protagonistas: José Miguel Alvear, ya entonces presidente vitalicio del curso y nuestro piadoso y sacrificado inspector, el famoso Chapa Escobar. Supimos que Pedrito luchó a muerte para salvar el pellejo de José Miguel, pero más pudo la obediencia a la férula difícil y controversial de Marco Vinicio. Así José Miguel tuvo que separarse del colegio y constituirse en el gran ausente durante año y medio. Regresó a sexto curso como biólogo y se graduó normalmente con todos nosotros y continuó ejerciendo la presidencia del curso.  

Pedrito recuerda que llegó al San Gabriel viejo, cuando estábamos en segundo año, a eso de medio curso. Chacón era el rector y le encargó la ingrata tarea de vigilar el ingreso de los gabrielinos a la mañana y la tarde en la esquina de las calles Benalcazar y Espejo, para evitar los tumultos que provocábamos en esa esquina mientras esperábamos a las niñas del colegio La Providencia. De allí le nació el feo apodo de “chapa”. Recuerdo que nada se logró con su gestión pese a los continuos altercados que se producían con la autoridad en la famosa esquina, hasta que las monjas decidieron salomónicamente que mejor era abrir otra puerta al otro lado, en la calle Imbabura. Sin embargo, muchas niñas continuaron entrando por la Benalcázar, porque  a  ellas también les parecía divertido encontrarse con los guapos gabrielinos, tarde y mañana.  Cuando llegamos a tercer curso, nos tocó el salón del segundo piso, junto a las escaleras de piedra. Ese salón tenía unos arcos hacia el fondo detrás de los cuales realizábamos apasionantes campeonatos de cuarenta. Particular que nunca lo conoció Pedrito y le sorprendió que los matones de la sección B lo hubiéramos hecho, poque nunca dudó de nuestra excelente reputación. Pedrito recuerda lo difícil que fue para él su gobierno con un grupo tan sorprendente. Sabíamos de todo y si no lo inventábamos. Elegimos presidente de la sección a Marcelito Checa, candidato de oposición al régimen, que logró hacer un gran gobierno y ganarse el aprecio y simpatía del P. Chacón. Una de sus primeras gestiones fue conseguir que nos cambiaran de profesor de inglés. La razón de fondo fue que nos tomaba lección todos los días y no teníamos el menor deseo de hacerlo, sobre todo después de haber disfrutado la “hora sabrosa” con el Padre Molina durante el segundo curso. El profesor se llamaba Voltaire Torres. Marcelo preparó nuestro alegato y todos firmamos el pliego de peticiones para el Padre Chacón. Los argumentos fueron contundentes: el texto era el mismo de segundo curso que ya lo habíamos estudiado, (Practice your English, que de paso fue el mismo texto hasta sexto curso), el nombre del profesor nos parecía irreverente ya que Voltaire fue uno de los peores ideólogos anticlericales de la revolución francesa, el profesor era comunista dirigente de la FEUE, y finalmente nunca nos hacía rezar al inicio de la clase y no sabía latín porque nunca decía después del Ave Maria “Sedes Sapientiae” a lo que sonoramente estábamos acostumbrados a responder desde el primer año “ora sabrosa” en lugar de “ora pro nobis”.

Pedrito recuerda que en ese año nos enseñó historia universal con gran esfuerzo y sufrimiento porque éramos dados de sabiondos y nada nos parecía nuevo o le encontrábamos el lado frágil de la historia. Recordábamos algún momento que nos relató con muchos detalles la muerte de Sócrates narrada en forma muy sentimental por Platón en sus diálogos. Nos pareció que el amor de los discípulos por el maestro no era correcto ni edificante, por lo que a partir de ese día ser socrático era sinónimo de “caucho” y pusimos en duda seriamente la calidad moral de Sócrates. Nos apasionaron la vida de Cleopatra, Julio César, la oratoria de Cicerón y los descubrimientos napoleónicos en el viejo Egipto. Desde  ese año nuestro compañero Ramiro Napoleón Cevallos quedó bautizado como Champolión en honor al sabio francés descubridor de la piedra roseta y para los amigos simplemente “champo”.

El otro problema de ese año lo causó el futuro doctor Zambrano, quien era profesor de Geografía y con el tiempo llegó a ser presidente de la Corte Suprema de Justicia y Decano de Jurisprudencia de la PUCE.  Nos reveló que tenía el poder de leer la mente del alumno y por tanto podía saber quiénes habían estudiado. La verdad es que nadie estudiaba geografía, porque no era necesario y bastaba con leer el periódico. Pero decidimos poner a prueba estos dones parasicólogicos  del profesor Zambrano para lo cual todos nos cambiamos los nombres. El primero en hacerlo fue Patricio Ribadeneira que desde ese día pasó a llamarse Señor Navas.

Tal vez más interesante fue el cuarto curso, año en que pasamos al colegio nuevo, el padre Chacón dejó de ser rector, Pedrito continuó como nuestro inspector, las niñas de la Providencia fueron reemplazadas por los Corazones de Rumipamba, el curso decidió hacerle “hombre” a Enriquito Ripalda, Paco Suárez llegó a ser nuestro querido compañero y decano de la clase, la sección A organizó la huelga, el Padre Verdesoto fue promovido a Prefecto del colegio, esperábamos de un día a otro la muerte del padre Rector Marco Vinicio Rueda porque todos los meses sufría  un infarto y ese era motivo justificado para ganarnos unas vacaciones extras, estrenamos la obra de Tamayo y Baus, “Padre e Hijo” donde Paco Suárez era el padre borracho y Patricio Quevedo el hijo pródigo, perdimos el campeonato de básquet por un punto con el colegio Mejía,  Patricio ganó el primer concurso de libro leído en contienda a muerte con el Benalcázar y el Padre José Joaquín Flor nos amenizaba la siesta durante el estudio de las tardes con sus apasionadas y lascivas conferencias de Educación Sexual.

(Continuará,,,)


Nota: Jaime Redín ya me está llamando desde los Angeles para pasar a nuestra página web estás breves impresiones. Las fotos tomaron el José Miguel y el Pichín Ponce.