Patricio Quevedo Terán

Abril 4, 2014

Marco Lara Guzmán


Fueron tantos los espacios que ocupó Patricio, muerto hace cuatro días, que es muy difícil enumerarlos, aún habiéndolos compartido, y, peor, describirlos, para situar con justicia la tarea sustancial que Quevedo cumplió en todos ellos. Para empezar, como alumno y profesor del Colegio San Gabriel. Luego en la Facultad de Derecho de la PUCE. Después en el Diario “El Tiempo” por dos décadas y también en Teleamazonas por un lustro. En 1984, en el Gabinete del presidente León Febres Cordero.

Al finalizar el bachillerato obtuvo el famoso Anillo de Oro que se concedía al mejor alumno de los seis años. Ya entonces, además, se había convertido en orador de grandes y prometedoras cualidades. Profesor del plantel, inició su larga trayectoria docente, por la que tantas generaciones le reconocen servicios eminentes. En la Universidad, en muchas tardes nos reuníamos cinco o seis compañeros para estudiar en su casa las disciplinas jurídicas, comprobando que Patricio, gracias a su concisión y poder de síntesis, convertía en pocas páginas las decenas que debíamos revisar.

En esos años germinales, fue llamado para colaborar como periodista en el inolvidable Diario “El Tiempo”. Por años cubrió las informaciones económicas y pronto fue invitado a ser editorialista y columnista, honor correspondiente a su categoría intelectual. Tal vez el periódico fue el lugar en el que mejor pudimos disfrutar de su amistad y, lo sabemos quienes compartimos su cercanía, de su cordialidad y sentido del humor. Las tertulias antes y después del trabajo, y a veces en medio de las labores, trataban de los mil temas que se dan en las salas de redacción de un medio de comunicación. No podía ser de otra manera. Había toda una pléyade de jóvenes pensadores, unos inclinados a la literatura, otros a la política, algunos a las ciencias internacionales. Todos bajo la dirección de Carlos de la Torre Reyes, ecuatoriano de singular importancia, historiador y novelista, miembro de número de las dos Academias. Casi todos los días había un “conversatorio”, pero sin tal cursi nombre. En todos estaba presente su erudición, fruto de una envidiable memoria, y, desde luego, su comentario medular.  Ninguno de nosotros tenía título de periodismo, pero ni falta que hacía. Además, dicen los castellanos, lo que natura non da, Salamanca non presta. “El Tiempo” fue el lugar de encuentro con Margarita Vergara, también periodista, su querida esposa.

De lo que supimos, Patricio nunca se afilió a un partido político, aunque constó, en la década de los años sesenta, en alguna lista de candidatos a concejales de Quito. Eso no quiso decir que viviese despreocupado de la política. Su hacer iba, especialmente, por el análisis de las situaciones que ha tenido nuestro país y, sobre todo, en la asesoría desinteresada a muchos personajes que le consultaban. Eso, lo de orientar y organizar caminos, es también política. Más de una vez escribió o corrigió discursos para los que lo necesitaban.

Su actuación en las Secretarias Nacional de Información Pública y en la General de la Administración, durante el régimen de Febres Cordero, ha quedado ya registrada en la historia.