Gustavo Franco

Richmond, Virginia, Enero 29, 2011

 

Habiendo transcurrido medio siglo desde la última vez que tuve contacto personal con la mayoría de mis compañeros de la generación de 1961, Jaime Redín me solicita que escriba algunas líneas para ponerles al tanto de mis andanzas por el mundo.

¿Por dónde empezar?  Remontémonos a 1955 y nuestro primer día de clases.  Mi primer recuerdo es el de nosotros, “chúcaros,” ingresando en una sala enorme y cavernosa cual un hangar.  ¿Éste iba a ser el salón del primer curso?  Acostumbrado a las aulas pequeñas y acogedoras de mis años de primaria, este nuevo, enorme y frío ambiente me parecía lúgubre y decepcionante.  Minutos después, el Padre Maestre nos informó que aquel salón que yo estaba a punto de odiar era el mismísimo lugar donde la Dolorosa derramó sus lágrimas. Dando un giro de 180 grados, fue en ese instante que me sentí en casa!

Fui gabrielino del primero al quinto cursos; participé activamente en el grupo de ascensionismo bajo la tutela del Padre Maldonado y luego del Padre Ribas de Reyna.  Recuerdo viva y gratamente a los maestros que tuvimos: entre los religiosos, Maestre, Malo, Ayerbe, Enríquez, Domínguez, Vieira, Ribas de Reyna, Rodríguez Castelo, Villalba, Escobar; entre los “civiles” Carlos Echeverría,  el “Chispo” García, Villar.  Varios se me escapan.

Finalizado el quinto curso, Patricio Ribadeneira y yo obtuvimos becas del American Field Service para cursar el último año de secundaria en USA.  Patricio fue a un colegio en La Jolla, California (muy cerca de San Diego), y yo a Minneapolis, Minnesota, donde pasé un año inolvidable!

Al concluir mis estudios secundarios regresé a Quito por apenas tres o cuatro semanas pues me había matriculado en la Universidad de Minnesota y tenía que cumplir con los requisitos de registro, orientación, etc. antes de comenzar las clases.  Pocos meses después de haber ingresado a la universidad recibí un sorpresivo telefonema de Iván Calisto, quien estaba en Minneapolis visitando a su hermano médico, residente de uno de los hospitales de la ciudad. Nos juntamos y rememoramos nuestros buenos tiempos del San Gabriel.

Durante mi último año de secundaria había enviado solicitudes de ingreso a algunas universidades de Norteamérica, entre ellas a la de McGill en Montreal, Canadá.  En Marzo de 1962 fui informado que la Universidad de McGill me otorgaba una beca para completar mis estudios, así que luego de terminar el primer año en la Universidad de Minnesota me transferí a la Universidad de McGill, de la cual me gradué en 1965.

En el verano de 1963 mi familia se había trasladado permanentemente a Long Island, New York. En 1965, completados mis estudios en Montreal, Canadá, fui a visitarlos, despertando así el interés de la burocracia gubernamental norteamericana y causando que fuera “invitado” a cumplir el servicio militar obligatorio.  Me incorporé al Cuerpo de Comunicaciones Estratégicas del ejército norteamericano, por cortesía del cual estuve 13 meses en Vietnam durante la guerra, seguido de cortas estadías en Tailandia, Hong Kong, Japón, Nueva Zelanda, Berlín Occidental y, finalmente, Fort Dix, New Jersey, cerca de Philadelphia, Pennsylvania.

Mientras esperaba que me dieran de baja del ejército y para esparcirme un poco, me inscribí en un curso de drama en Temple University, en Philadelphia, donde conocí a Carol Nagurny, quien hoy es mi esposa.  Al mismo tiempo hice solicitud de ingreso al programa de post-grado de Wharton, la facultad de estudios superiores de finanzas y administración de la Universidad de Pennsylvania, en la misma Philadelphia.

Al graduarme de Wharton, Rohm & Haas Co., una empresa química multinacional, me ofreció una posición en su “international management program,” lo cual me expuso a las operaciones europeas de la empresa en Austria, España, Francia, Gran Bretaña, Italia, y Suiza.   Al cabo de tres años fui trasladado a Brasil donde estuvimos por casi seis años y donde nacieron nuestras dos hijas, Lesya y Sharla.  Eventualmente llegué a ser Director Financiero y Administrativo de las operaciones brasileñas de la empresa.

De Brasil fui trasladado a Miami, donde asumí el puesto de Director de Desarrollo de Nuevos Negocios para Latinoamérica, puesto que cubrí por poco mas de seis años, al cabo de lo cual fui promovido al puesto de Director de Negocios para Latinoamérica, basado en Ciudad de México, donde estuvimos por otros seis años.

Transcurrida mi temporada en México, era hora de regresar a la casa matriz de Rohm & Haas en Philadelphia, pero coincidió con que se presentó la oportunidad de establecer mi propia empresa, culminando así un anhelo que había abrigado por varios años.  Me separé de Rohm & Haas y establecí “Galápagos Advisors, LLC,” asesores de inversiones, empresa ubicada en Richmond, Virginia (lugar donde mi esposa y yo residimos), con sucursales en Florida, New Jersey y Pennsylvania. Puedo asegurarles que no tengo interés alguno en jubilarme!

Mi esposa Carol y yo llevamos 41 años de casados y, conforme lo mencioné arriba,   tenemos dos hijas, Lesya y Sharla.  Gracias a ellas tenemos un nieto, Xavier de 16 años, hijo de Lesya, excelente skateboarder y muy buen guitarrista, y una nieta de casi 5 meses, Henrietta, hija de Sharla. ¿Habrán más?  Esperemos que sí, pero dudo que lleguemos a la mitad del número que rodea a nuestro querido compañero Carlos Chérrez!

Adjunto unas fotografías para facilitar que me reconozcan cuando nos veamos para la celebración del cincuentenario de nuestra promoción.

Un cordial abrazo,
Gustavo Franco



Mi esposa Carol y yo celebrando los 95 años de mi madre.
Club Los Chillos, Noviembre 2008



Sentado al lado de mi esposa Carol. De pie, de izq. a der.
Julio (hermano), Xavier (nieto), Anita (hermana), Cheryl
(cuñada) –Palm Beach, Junio 2010



De izq a der: Xavier (nieto), Sharla (hija), Carol (esposa)
Lesya (hija) – en casa de Sharla, New Jersey, Junio 2008



De izq. a der. Gustavo, Sharla (hija), Michael (yerno), Xavier
(nieto), Carol (esposa), Henrietta (nieta) en brazos de Michael
– en casa de Sharla y Michael, Navidad 2010