Celebración del Cincuentenario
Sábado 30 de Abril del 2011
Palabras de José Miguel Alvear

Celebrar los 50 AÑOS de haber salido del Colegio es ciertamente una ocasión especial que se presta para múltiples ritos, entre ellos, para hacer una revisión de los años de formación secundaria que pasamos dentro de sus aulas, sus muros, sus patios y oratorios. No se diga para evaluar los 50 años subsiguientes, medio siglo de accionar, de crear, de haber sembrado y haber cosechado. Toda esta referencia merece espacio que por holgado para ser completo, es imposible tenerlo hoy. Haré solamente una brevísima referencia a las características sobresalientes de este grupo humano que salió del San Gabriel en calidad de flamantes Bachilleres, el 17 de julio de 1961. Al mirar atrás, sentimos orgullo de integrar la Promoción 1961. Tiernos jóvenes, venidos de las más variadas fuentes de educación primaria: privadas o públicas, capitalinas o de provincias, confesionales o laicas. Todos encauzados ordenadamente en el metódico y programado rumbo educativo jesuítico, probado por siglos en latitudes europeas, saturado de conocimientos precisos y a la vez expuestos a las interminables variaciones sudamericanas, continente marcado por el tercer mundismo entonces, por añadidura lleno de folclóricas manifestaciones locales tan vistosas como únicas.

El destino se encargó de caracterizar a nuestra promoción coincidentemente con señales especiales. Nuestro Salón de Estudios en el Primer Curso fue nada menos que el famoso Salón del Milagro de La Dolorosa. Allí derramó sus lágrimas en 1906 y nosotros, los chúcaros de ese año, participamos en primera fila de la solemne conmemoración: “cincuentenario del milagro” y de la imponente coronación del cuadro venerado. De alguna manera esa coincidencia representa una bendición especial. Algún destino destacado estaba reservado para nosotros.

A partir del Segundo Curso se concretó la construcción del “colegio nuevo”, con toda la ilusión y novedad de una ubicación física en el extremo norte de Quito, donde terminaba la avenida América, en las mismas faldas del Pichincha, en tierras habitadas ancestralmente por los Quitus, que bautizaron así a la nación más tarde subyugada por los Incas. En efecto, entre la nostalgia de dejar el “colegio viejo”, alejarse del enorme peso de tradición educativa iniciada en 1587 como “Colegio San Luis”, se abría paso la novedad, la modernidad, los nuevos tiempos. Un dualismo que es parte sustancial nuestra: lo viejo y lo nuevo; lo tradicional y lo innovador.

Ese paso irreversible se dio en octubre de 1958, cuando iniciamos el Cuarto Curso, ocupando la nueva casona, sintiendo la emoción de su inauguración formal el 12 de diciembre, descubriendo placas conmemorativas, identificando la presencia personal de las más altas autoridades nacionales del poder político, eclesiástico y de la Asociación de Antiguos Alumnos, sintiendo la emoción encarnada en el Rector saliente del San Gabriel, el casi mítico Padre Jorge Chacòn, “Rector de Rectores” como le calificó por entonces Jorge Salvador Lara, aquí presente esta mañana.

Habíamos pasado los tres primeros años de formación secundaria en el longevo, histórico plantel e iniciábamos los segundos tres años en la representación edificada de lo que sería el nacimiento de una nueva era. El desafío de superar los logros de antaño, mejorar lo bueno y no repetir lo malo. Nuestra promoción aceptó el reto. La competencia académica creció, nuestra calidad estudiantil se hacía notar, las participaciones personales y colectivas perfilaron la frase acuñada por Hernán Rodríguez Castelo muchos años después: “bronce viejo debe verterse intacto, eterno, en moldes nuevos”. Los moldes nuevos que nosotros empezamos a fraguar.

El Cuarto Curso del Colegio marcó un hito en su 5 veces centenario historial, al manifestar en forma pacífica pero unánime y firme, la inconformidad con pequeñas prebendas en temas tan cotidianos como las premiaciones y reconocimientos a estudiantes destacados y sus respectivas secciones. Mi Sección llevó a cabo la primera y única huelga en la historia gabrielina hasta entonces, que duró tres horas de una tarde memorable de 1959, hasta que nuestro querido Inspector Pedro Escobar, nuestro representante en el altar este momento, vino en persona al histórico cine Capítol, a pedirnos que la suspendiéramos y así lo hicimos. La gesta dio resultados. A poco cambiaron para siempre los cuestionados considerandos de las premiaciones. Los profesores seglares y de sotana adoptaron posturas más universales. El remate se dio poco después con la imparable y silenciosa rebelión jesuítica en el continente entero. Se separaron del ejército de Loyola destacados soldados ecuatorianos que emprendieron por su cuenta conquistas culturales y humanas únicas, siguiendo eso sí en sus fueros internos, el cauce formador que los convocó

Pedro Escobar se cuenta entre los que no renunciaron pero salió de la Patria y cincuenta años después hemos casi perdido la esperanza de que retorne. No ha faltado por él, sus intentos y los nuestros hasta ahora no encuentran, inexplicablemente, el contundente respaldo de la Compañía de Jesús para que nos acompañe los años que queden y nos ilustre con su erudición. Antes de irse tuvo dos gestos únicos que dicen mucho de sus afectos. Por su propio esfuerzo consiguió una bendición apostólica especial del también único Papa Juan XXIII, bendición que nos ha acompañado junto con la imagen de La Dolorosa hasta ahora. Como recuerdo de su partida publicó un memorable folleto llamado SIDERA en 1959, donde confiesa que fue su “antiguo deseo personal” publicar esos primeros Ensayos Juveniles, “selección de trabajos de redacción que nos dejó como su mejor recuerdo, siendo algo totalmente nuestro” en sus propias palabras.

Quinto y Sexto Cursos fueron años excepcionales. La fiebre por saber más nos tuvo envueltos en múltiples actividades: ascencionismo, cine, teatro, poesía y prosa, aparte de las deportivas. En concursos intercolegiales el San Gabriel arrasó con los primeros premios. En su interior los debates en novela y oratoria nos tenían elocuentes permanentemente. Fue una satisfacción personal mía presidir un año la Academia Literaria del Colegio, la que nos inducía a encontrar tiempo para leer y comentar sesudamente. A más de ésa, la oficial, teníamos otra Academia en casa de un compañero, casa que ha resistido cincuenta años y nos mira tristemente pasar de vez en cuando, diagonal al parque del arbolito, otro enclave de ese entonces. Hernán Rodríguez Castelo sabía de ambas y nos contagiaba con su capacidad de trabajo. El mismo, hace solo dos años, al presentar mi libro HISTORIA DE LA ACADEMIA ECUATORIANA DE MEDICINA, nos describió nostálgico como “aprendices de escritores, lectores voraces que se agruparon en la inolvidable Academia Literaria, semillero de grandes figuras de nuestra literatura” y mencionó varios nombres incluyendo a miembros de la promoción 61.

Es que nuestros empeños iban lejos. En Sexto Curso empezó la edición de CRITERIO y luego NOE, revistas de pequeño formato pero de grandes alcances en las colaboraciones literarias y periodísticas exclusivamente aportadas por compañeros de la promoción. También hubo el Club ODEC-“organización de estudios científicos”- que a más de hacer experimentos produjo caseras publicaciones llamadas “Mundo Científico”. Los exámenes de grado que rendimos, pusieron el sello de oro a la vida colegial. Tuvimos el honor fuera de lo común de ser públicamente felicitados por los temibles profesores de Colegio Mejía que ceñudamente supervisaban como delegados oficiales cada examen en nuestras aulas y disimulaban comparaciones con sus propios bachilleres. Esas experiencias injustas y tensionantes, las superamos coronados con ramas de laurel. ¡Un año después se abolieron para siempre dichas delegaciones…!

Con este bagaje nos lanzamos a la vida universitaria y luego a la profesional. Corrieron los años, nos confundimos con los demás seres humanos, integramos la ciudadanía universal y hemos llegado, cincuenta años más tarde a celebrarlo con honores. Cuán frecuentes han sido los logros individuales de esta promoción. Cuántas veces hemos enaltecido a toda la educación formal que recibimos. Frecuentemente hemos hecho vivencia del principio “ser hombres para los demás”. En política hemos preferido dar un paso al costado antes que degradar el servicio al prójimo,  con las constantes corruptelas y farsas que ahora campean. Hemos enfrentado retos nacionales e internacionales, hemos sido reconocidos en muchos lugares del planeta como innovadores, capaces y honrados. Hemos llevado el nombre del ECUADOR a confines terráqueos con honor, generando respeto. Citar nombres de compañeros de promoción en los aspectos mencionados sería largo pero todos sabemos quiénes son y esta vez sí somos casi todos los que fuimos.

Hay que recalcar que el San Gabriel ha llevado siempre nuestra mejor atención al igual que la histórica Asociación de Antiguos Alumnos ASIA. Para el Colegio dedicamos a través de los años el financiamiento de becas a buenos estudiantes con limitaciones económicas, por ejemplo.  Cuando fuimos priostes de este evento hace 25 años, entregamos importantes equipos para incentivar la investigación científica de los estudiantes. ASIA, nuestra querida Asociación de Antiguos Alumnos, recibió nuestros desvelos cuando presidimos la misma de 1994 a 1998. La obra fue enorme, lo atestiguan numerosos ejemplares del boletín FACETAS, entre múltiples publicaciones, portadoras del cronograma de trabajo que, como dijo el inolvidable Padre Alfonso Acosta: “fue algo nunca antes visto”. Consolidamos la Federación Ecuatoriana de Antiguos Alumnos. Realizamos los Segundo, Tercer y Cuarto Congresos Nacionales, 30 y màs años después del primero. Unificamos a Sudamérica en la Federación Latinoamericana de Ex Alumnos. Organizamos en Quito el único Congreso Latinoamericano de Ex Alumnos, calificado como el mejor en su historia. Habilitamos íntegramente nuestra sede social, dotándola de servicios médico, dental y legal gratuitos, de una Galería de Ex Presidentes, sin incluirnos nosotros mismos, en gesto ejemplar.

Como si todo esto fuera poco llevamos al Ecuador a la categoría de candidato a la presidencia mundial de la UNION MUNDIAL DE ANTIGUOS ALUMNOS con sede en Roma, en una participación memorable cuando concurrimos a Sídney, Australia, en elogiada representación del país, en 1998.

Por lo poco mencionado y lo mucho silenciado, no podemos ocultar la desazón que nos causa saber que la original edificación de ASIA, donde se inició la UTE hace años, ha sido recientemente destinada a otro fin. Por encomiable que éste sea, pedimos insistentemente se reemplace en forma debida ese patrimonio y su natural independencia, producto del esfuerzo mancomunado de muchas generaciones de antiguos alumnos cuyas contribuciones incluyen todos los aspectos que fueron necesarios para la construcción del mismo colegio nuevo y ésta misma Basílica, entre otros centros de estudios, residencias, asilos, etc.

Al terminar dejo constancia de nuestro agradecimiento a la Promoción prioste 1986, a sus líderes, por rescatar la tradición, por considerar que el tiempo asignado a estas palabras respeta los 50 años que hemos tenido que vivir para recordarlo en 8 minutos, sin alardes, sin citas rebuscadas, sin lloriqueos, eso sí, con una gran dosis de la sensatez y optimismo de que, entre otras cosas, está en nuestras manos decir no al descarado intento de dejarnos sin libertad, intento disfrazado de viveza montubia e ingenuidad serrana.

Muchas gracias